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Andar

“El hecho de andar se convirtió en una acción simbólica que permitió que el hombre habitara el mundo. Y el recorrido penetró en el territorio del caos como un ordenador de los objetos colocados en él.” Francesco Careri
Existe una necesidad casi ancestral de viajar y recorrer, de buscar un sitio. Encontrar destinos, planear caminos, moverse por senderos nuevos, movidos por la necesidad de sorprendernos. Porque el viajar y recorrer despierta un deseo de mutación existencial, como si “el andar” fuese parte de nuestra propia existencia, de nuestra personalidad inquieta.
La palabra experiencia, proviene de ́per ́: ‘intentar’, ‘poner a prueba’, ‘arriesgar’; relacionada con la verdadera naturaleza de las persona o del objeto que lo emprende, y que se relaciona íntimamente con el viajero y su viaje. El recorrer ya no es un mero hecho de vacacionar y de salir de las ciudades. Se ha convertido en la necesidad de descubrir y sorprenderse. Ya no importa desde donde partimos o el destino al que llegamos, sino que la esencia está en el espacio intermedio. Aparece así, la necesidad de cargar de significados esos recorridos, y nos morimos de ganas de salir y conocerlos.
Desde donde partimos o hacia donde llegamos, resultan puntos notorios de esos recorridos. Y aparecen lugares que inspiran, que en el instante en que los pisamos nos mueven algo interno, como un “yo acá tengo que estar”. Acá tengo que respirar. Rincones donde la naturaleza nos rodea: El mar, el campo, las sierras, el monte o un bosque. Lugares que parecen acallar el ruido, que tienen otro ritmo y nos obligan a escuchar.
Por ejemplo la calma de la secuencia de las olas al romper, o el ruido del viento entre las ramas. Nos incitan a enfocarnos en ellos y liberar nuestro pensamiento. Como si esos sonidos nos movieran las ideas, nos activaran el pensamiento, y nos llevasen a imaginar y fantasear. Deja de ser importante los pendientes y la mente se pierde. O mejor dicho se encuentra.
Naturaleza
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Tilda